Cómo educar a los hijos.

A partir de ahora voy a dar un giro en mi blog. Voy a intentar escribir a los padres y a las madres, una serie de artículos con la intención de que les ayude a mejorar la forma de educar a sus hijos. No sé si lo voy a conseguir pero lo intentaré. Para ello tomo como base el libro de Victoria Camps: “ Qué hay que enseñar a los hijos “

Creo que estamos de acuerdo “ que a los hijos hay que enseñarlo todo “. Tienen que aprender a valerse por sí mismos, a cuidarse, a entender el mundo, a desenvolverse en él, a aceptar sus códigos e incluso a transgredirlos cuando convenga hacerlo. Pero esto que es tan fácil de decir cuando queremos llevarlo a la práctica es sumamente difícil.

La experiencia del hijo se vive y lo que conviene hacer con él se improvisa mal que bien y se aprende sobre la marcha. Por supuesto que hay normas establecidas, valores intocables que conviene inculcar, obligaciones y deberes que hay que exigir, mandamientos y prohibiciones heredados. Pero la teoría o incluso las costumbres ayudan poco algunas veces. Queremos y debemos ser innovadores, mejorar lo que con nosotros hicieron nuestros padres y corregir o no caer en los errores que ellos cometieron.
Pero, ¿ cómo hacerlo ? . La dificultad de algo tan práctico y cotidiano como es educar a los hijos radica tanto en el contenido como en el método: tanto en el qué hay que educar, como en el cómo hacerlo. ¿Hay que ser duros o blandos?, ¿permisivos o autoritarios?, ¿ son recomendables, aceptables los cachetes?, ¿ y las normas?, ¿ enseñar es violentar, reprimir, o es posible hacerlo deleitando?.

No hay respuestas mágicas a estos interrogantes. La experiencia de educar a un hijo es irrepetible, cada hijo es un libro que hay que empezar a escribir de nuevo porque no hay hijos clónicos ni podrá haberlos nunca por mucho que las técnicas de la clonación avancen mucho. No todo viene en los genes, a ellos hay que añadir una multiplicidad de factores que van a influir significativamente y moldearán el carácter, el temperamento, los sentimientos, las apetencias y los juicios futuros de cada persona.

Cuando nos detenemos a contemplar los resultados de nuestra tarea como padres, tenemos la sensación de que hemos hecho jóvenes maleducados, incapaces de desenvolverse adecuadamente, demasiado dóciles y pasivos para determinadas cosas, exigentes para otras, en definitiva jóvenes que no llegan a convertirse en adultos.

Con estos apuntes de educación que os voy a escribir a lo largo del curso, pretendo dar pautas que os haga pensar en todas estas cuestiones. Cada mes llevará el nombre de una idea o de un concepto que me sirve de motivo para plantear una serie de preguntas y suscitar la reflexión sobre qué estamos enseñándoles a nuestros hijos.

No encuentro mejores palabras para culminar esta introducción que aquellas con las que el filósofo Jean Jacques Rousseau encabeza el libro que dedica a la educación de los niños y que titula Emilio. Dicen así: “ Este conjunto de reflexiones y de observaciones sin orden y casi sin continuidad, nacen del deseo de complacer a una buena madre que sabe pensar “. También “ a un buen padre “, es forzoso añadir, ahora que vamos aceptando que la tarea de educar a los hijos no es obligación exclusiva de las madres.

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