Exámenes: ¿con quién hay que hablar?

Me parece interesante incluir este artículo en el apartado de Las Competencias. Cada uno de los compañeros que lean el artículo saquen sus propias consecuencias. YO ESTOY TOTALMENTE DE ACUERDO. Ahora en la distancia, jubilado, todavía estoy más convencido de que la enseñanza y el aprendizaje tienen un componente de motivación intrínseca que sin lugar a duda es contrario al examen o al menos al examen tal como lo entiende una mayoría. 
Si tuviera que decidir cuál era la primera medida a tomar para transformar nuestro actual sistema educativo, optaría sin duda ninguna por la eliminación de los exámenes en las escuelas.
Los exámenes estandarizados son en primer lugar inútiles porqueno sirven para medir el verdadero aprendizaje, al generar un efecto perverso, puesto que destruyen la motivación intrínseca y genuina por aprender sobre algo,  y la sustituyen por una motivación basada en la recompensa externa de conseguir un premio, más allá del cual, se pierde el interés por la materia o sujeto de aprendizaje en sí.
Podríamos relacionar esto con el Principio de Incertidumbre de Heisenberg,según el cual, cuando intentamos medir un suceso, alteramos su curso, y por tanto la medición que obtenemos del mismo. Podrían aprender algo de esto todos los que están obsesionados con las comparativas de resultados a nivel internacional, y sus nefastas consecuencias.
Los exámenes, ademas de condicionar el aprendizaje, supeditándolo a una recompensa y no al placer de aprender en sí, generan una dinámica de competición en el grupo, provocando una suerte de carrera donde siempre hay unos ganadores y unos perdedores. Esto es nefasto no solo en términos pedagógicos, por las horrorosas consecuencias que tiene en pérdida de auto-estima para muchos estudiantes, sino que además, en términos sociales,fomenta la competitividad frente a la cooperación, y por tanto la exclusión social en último término.
Como en todo tipo de prueba competitiva, los exámenes generan en el que los sufre estrés y ansiedad, que son factores inhibidores. Dá igual lo que sepas, si te pones nervioso, tienes un mal día, serás juzgado por ese resultado. No se trata tanto de demostrar lo que sabes, sino de “pasar por ese aro”. Los exámenes no tienen en cuenta las diferencias entre personas, entre estudiantes, y si no puedes mostrarte como realmente eres, difícilmente podrás expresar todo lo que sabes. Cada uno aprendemos diferente, según nuestros condicionamientos internos, aptitudes, y tipos de inteligencias.
Al final, el éxito o el fracaso, se determinan por una prueba, que condiciona todo lo que se pudiera haber hecho durante todo un curso, reduciéndolo a un número que dictamina si eres “apto” o no. Esta obsesión por medirlo todo en términos numéricos, tiene que ver con una visión economicista de la vida, en la que lo que no es medible, no es “productivo”. En realidad, las cosas más importantes de la vida, ¡no se pueden medir!
Así que si elimináramos los exámenes del sistema educativo, estaríamos dando un paso de gigante hacia su transformación en otra cosa. Desde luego menos competitiva que lo que es ahora, con mucho menos fracaso y abandono. Estaríamos más en la senda de ver el aprendizaje como algo gozoso, diverso, guiado por la motivación intrínseca. El aprendizaje como un proceso personal de crecimiento, de descubrimiento del mundo desde la propia subjetividad, de creación de identidad, como  fuente de inspiración para descubrir quién eres y qué quieres hacer en el mundo.
¿Con quién hay que hablar, por favor?

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