AUTOESTIMA

El fin último de la educación es que la persona sea capaz de desenvolverse por sí misma sin demasiadas dificultades y con el máximo de satisfacciones posibles. Este fin supone algo fundamental, que es la autoestima: nadie se atreverá a vivir por su cuenta y riesgo si no se quiere a sí mismo, si carece de confianza y seguridad en sus capacidades. La autoestima es una condición básica de la vida misma.

La seguridad y confianza en uno mismo, que son la base de la autoestima, dependen en gran medida de la seguridad y la confianza que los demás infunden. Uno no puede llegar a quererse si no se sabe querido por los suyos. Los padres son los primeros que deben otorgar esa confianza, los padres son quienes más cultivan la imagen que el niño tendrá de sí mismo.

Desde muy pequeño el niño mira a su madre para bien y para mal, para recibir aplausos y censuras. La madre y el padre son el referente que van construyendo su identidad: “ Esto no se hace “; “ Lo has hecho muy bien “; “Eres un buen chico “ ; “ Estoy muy contenta “. La vida entera del niño pequeño es un encuentro con la aceptación o el rechazo de los mayores.

Por tanto es muy importante para que un niño se acepte a sí mismo, que empiecen por aceptarlo y quererlo sus padres, pero quererlo y aceptarlo teniendo en cuenta la realidad, sin idealizarlo ni proyectando sobre él lo que no es ni quizás pueda llegar a ser nunca. Ningún padre quiere reconocer que su hijo no sirva para lo que, a su juicio, es lo mejor o admitir que lo mejor para él no puede serlo para su hijo. La autoestima no depende de llegar a ser esto o aquello, sino de aprender a gozar de lo que uno es.

Pero esto es difícil porque el ser humano vive en compañía de otros seres humanos y no puede evitar compararse con otros para quererse o despreciarse a sí mismo. Pero hacer depender la propia estima de lo que valen los otros sólo consigue excitar la envidia.

Hemos intentado suprimir los premios y castigos de la vida del niño, ya no hay, o no debe haber, primero y últimos en la clase, a nadie se le borra porque no sobresalga. Pero las diferencias y las exclusiones siguen porque las comparaciones son inevitables. Como son inevitables los celos entre hermanos, aspecto que hemos de tener en cuenta en las primeras edades, donde el niño se siente como “ un príncipe destronado.

Educar, sin embargo, significa intentar extraer lo mejor de cada persona. Y eso que es lo mejor y que el niño difícilmente reconocerá por sí mismo, llegará a descubrirlo con la ayuda de sus padres si éstos saben darle la imagen más favorecida y menos falsa de sí mismo.

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